En relación al Día Mundial de la Diversidad Cultural para el diálogo y el desarrollo, que el mundo celebra el 21 de mayo.
En la actualidad vivimos dos procesos: somos más diversos porque la tecnología nos permite elegir nuevas identidades en la diversidad cultural. Pero cada vez nos reconocemos más, no por lo que fuimos o de donde venimos, sino por lo que consumimos: ¡podemos elegir! Pero bastante poco y una vez distintos, o nos entendemos, o quedamos inmersos en la violencia.
La multiplicidad se profundiza en nuestras sociedades, no sólo por los flujos migratorios, sino por las posibilidades que nos brindan las tecnologías de la información. Viajamos con el teclado de la compu.
Cultura de la diferencia
Tener una visión de todo el mundo, cada día, a través de las pantallas, nos acerca a contextos que dejan de ser remotos para ser cotidianos, obligándonos a pensarnos como una gran comunidad de diferentes. Los vecinos tienen distancias enormes entre sus identidades, y personas que viven a miles de kilómetros se sienten muy cercanas.
Pertenecemos a grupos que se integran de formas que antes no imaginaríamos, y mientras algunos son abiertos y dinámicos, otros cada vez son más impermeables. Los colectivos que construyen un muro simbólico a su alrededor ganan en endogamia y desprecio hacia el exterior, mientras se alejan del mundo en que vivimos todos. Cuando exterior e interior se vuelven a encontrar, esos grupos se relacionan desde la otredad y el conflicto.
Día diverso contra la violencia
Cada 19 de Abril, el Ministerio de Educación impulsa en la Argentina una reflexión en torno al Día de la Convivencia en la Diversidad Cultural de la mano de una fecha señalada en el calendario escolar que remite al I Congreso Indigenista Interamericano (se celebró un 19 de Abril de 1940) y el levantamiento del Gueto de Varsovia, que tuviera lugar ese mismo día, pero en Abril de 1943.
La fundamentación del señalamiento data del año 2000, y propone “conmemorar dos hechos lejanos geográficamente entre sí, pero cercanos en significación”: Los primeros debates en torno al indigenismo y la sublevación judía de Varsovia, emblema de la integridad humana y el sacrificio individual debido al odio, las diferencias religiosas y culturales.
Argentina, magma latente de personas provenientes de culturas distintas que conviven y construyen una diversidad en la misma escuela, en el mismo hospital, en los mismos ámbitos públicos, aun tiene grandes desafíos que resolver para capitalizar la multiculturalidad que bombea desde su corazón, hacia sus calles, diferencias y semejanzas.
En cierta medida, la efeméride pasada guarda relación con el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, que en el resto del mundo se conmemora el 21 de mayo. UNESCO propone “Los derechos culturales son parte integrante de los derechos humanos, que son universales, indisociables, e interdependientes. El desarrollo de una diversidad creativa exige la plena realización de los derechos culturales, tal como los define el Artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (de 1948) y los Artículos 13 y 15 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Toda persona debe, así, poder expresarse, crear y difundir sus obras en la lengua que desee y en particular en su lengua materna; toda persona tiene derecho a una educación y una formación de calidad que respete plenamente su identidad cultural; toda persona debe poder participar en la vida cultural que elija y ejercer sus propias prácticas culturales, dentro de los límites que impone el respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales”. Vale decir que se trata de una declaración adoptada en 2003 por la XXXI Asamblea General de las Naciones Unidas.
A diferencia de denominaciones como “el día del indio americano”, este nuevo abordaje donde la diversidad es heterogeneidad, multiplicidad, variedad, riqueza y mayores posibilidades para desarrollarnos, nos reconoce sujetos portadores de una cultura personal, algo que Lévi-Strauss consideró “un acontecimiento natural” porque cada sociedad, cada colectivo y cada familia tiene sus propias pautas de construcción de identidad, de ciudadanía, de civilidad”.
Lo acertado de la consigna, también pasa por evitar una instancia de tolerancia (algo así como soportar aquello que nos incomoda) y sugiere convivencia, un proyecto común. Entendida así, no es un problema sino que es una alegría, donde -justamente- surgirá la invitación a sostener la batalla pacifista de cada una de las identidades contra las formas de totalitarismo, homogenización y discriminación cotidianas. Casualmente los primeros antecedentes de identidades culturales desterritorializadas, globales, pueden haber sido los grupos de Mayo del 68, o el movimiento pacifista anti-vietnam, ambos espacios donde la creación también tuvo un papel fundamental.
Viaje a la pluralidad
Hasta hace un tiempo la diversidad cultural era un concepto territorial. Viajábamos a otras regiones y estábamos, culturalmente hablando, en otro sitio. Con este planteo, culturas y territorios existían más o menos superpuestos ya que las culturas eran otra capa, una transparencia sobre las geografías de las poblaciones que vivían en una región. Había zonas árabes, estaban las culturas del África, Brasil y su multiplicidad, el Altiplano, la región guaranítica, etc. etc. Distinguíamos las geografías con elementos sociológicos, y viceversa: viendo un árabe, llegábamos al cliché del turbante y la chilaba, luego el desierto se dibujaba sólo, detrás, mientras el viento escribía sus poemas en la arena. El sujeto se multiplicaba, siempre en nuestra imaginación estereotipada, y así teníamos regiones, culturas y pueblos que a veces entendían los límites políticos, y a veces no.
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