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29 de mayo de 2011

Políticas Culturales

Nociones y Desarrollo Histórico en Iberoamérica


El debate sobre las políticas culturales en Iberoamérica ha girado en torno a cuatro tesis: su ausencia o inexistencia; su descontextualización; la existencia de vacíos o lagunas; su inaplicabilidad práctica. Tal vez, la única de las anteriores que consideramos plenamente problemática, es la primera: la ausencia de políticas culturales. En la región existe una tradición y una historia de políticas culturales que podríamos remontarla hasta los pueblos indígenas. Más plausibles y discutibles son las otras tres tesis.

La periodización propuesta por el investigador argentino Edwin Harvey plantea por lo menos la existencia de seis momentos históricos en las políticas culturales en este siglo.

El primer período abarca las tres primeras décadas y se caracteriza por el predominio del mecenazgo oficial en que el Estado realiza acciones coyunturales de apoyo y subsidio en el campo principalmente de las artes.

El segundo se considera como la transición de los años treinta, en que aparecen organismos administrativos nacionales de fomento y apoyo a la cultura de carácter permanente y, las actividades se dirigen tanto a la protección del patrimonio histórico como del artístico.

Un tercer momento en el contexto de la postguerra y la década de los cincuenta, en que se crean las primeras Organizaciones Intergubernamentales de carácter mundial alrededor de las Naciones Unidas. Se acentúa la acción internacional en Educación y Cultura, como también el apoyo y la preocupación por el papel cultural de las industrias culturales (principalmente radio, televisión, periodismo y cine).


Un cuarto período, ubicado en los años sesenta, caracterizado por el nacimiento en la mayoría de países de Iberoamérica de Organismos Nacionales de apoyo y fomento de la dimensión cultural, así como el surgimiento de una legislación cultural en temas constitucionales, propiedad intelectual, bibliotecas, financiamiento, entre otros.

El quinto momento, en la década de los setenta, donde el tema y el problema cultural se convierte en ineludible, se inicia con la importante Conferencia de Venecia sobre Políticas Culturales que, dentro de sus recomendaciones, llama a los países a realizar reuniones continentales para esclarecer una posición ante las Políticas Culturales regionales. Las acciones internacionales se incrementan en forma relevante y se vincula la dimensión cultural a políticas de planeación. Por ejemplo, en Bogotá, Colombia, en 1978, se realiza la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para América Latina y el Caribe, que postula destacadas recomendaciones para los países de la región.

El sexto período, en los años ochenta, introduce un importante acento en los asuntos relativos al financiamiento cultural y un conjunto de investigaciones realizadas por los centros académicos. A partir de esta etapa son destacables tres aspectos: la discusión por el papel y límites del Estado en la formulación de las Políticas Culturales; la preocupación por un cualitativo incremento en la participación de la sociedad en su conjunto y el papel destacado de la comunidad universitaria en las acciones relativas a su formulación.



Aunque son múltiples los conceptos o aproximaciones a la noción de Políticas culturales, queremos aludir a tres de ellas:

Néstor García Canclini concibe la política cultural como el conjunto de acciones que realizan diversos agentes para orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales y obtener consenso o disenso sobre un tipo de orden social. Nunca una Política Cultural puede ser formulada por un sólo agente, así éste sea sólo el mercado o el Estado o la comunidad autogestionaria.

José Joaquín Brunner, en forma sintética, considera que son las oportunidades para actuar en un circuito cultural (producción, circulación y consumo de bienes culturales). Los componentes de este circuito cultural son básicamente cinco: agentes habituales, medios de producción, medios de circulación, públicos y organizaciones (Estado - Mercado - Asociaciones Voluntarias).

Alfons Martinell establece la distinción entre finalidades sociales y políticas culturales. Las primeras son estables y accesibles por itinerarios o estrategias que no son necesariamente coincidentes; las políticas, en cambio, son dinámicas y dependen de una realidad territorial concreta. Por tanto, una finalidad social se puede orientar a partir de políticas diferentes. Al ser las políticas siempre expresión de un fenómeno de génesis y mediación social, las Políticas Culturales son siempre territoriales.

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